“Pujadas estaba cosido como un matambre y tenía 16 tiros”

El relato de Ana Bigi, cuñada del montonero.
Versión. Bigi se emocionó hasta las lágrimas al revivir detalles de dolor.

El cadáver de Mariano Pujadas tenía un rostro en paz, sereno. Así lo describió su cuñada Ana María Bigi, que declaró ayer en Rawson. “Pero tenía 16 tiros, estaba desnudo y lo habían cosido como un matambre, como si hubiese habido una autopsia”, agregó ante el silencio del recinto. Habían abierto el cajón para verificar el cuerpo. El dato coincide con los dichos de Miguel Marileo, el funebrero de Trelew que encajonó los cuerpos en la Base Zar.
A Pujadas lo velaron en la granja familiar de Córdoba. “El entierro fue impresionante porque la ruta desbordaba de gente hasta llegar al cementerio y el campo estaba frente al Liceo Militar”, recordó. Bigi fue pareja de José, hermano de Mariano. Por teléfono, Vaca Narvaja padre fue quien avisó de los fusilamientos. “José atendió, se sentó y quedó pálido, fue toda una situación muy rara y confusa. Dijo que algo había pasado y que habían matado a Mariano”. Una semana antes la radio les había avisado del intento de fuga.
En agosto del ´75 estaba separada de José pero la bronca militar igual la alcanzó. “Seguro que hubo más de 10 allanamientos en mi casa pero por una suerte particular no estuve en ninguno. Molestaban todo el tiempo”. La noche del 13 de agosto del ´75 un grupo militar entró a la granja Pujadas. Se los llevaron de madrugada: eran Josefa y José María, los padres; sus hijos José, María José y Víctor; la esposa de José y la beba de ambos, María Eugenia. “Nos matan”, se dijeron los más jóvenes apenas los subieron al auto. Víctor, de 11 años, y María Eugenia, de tres meses, se salvaron. La esposa de José quedó hemipléjica y murió en 1985.
Fue otra masacre que quedó en la historia. A Josefa le rompieron la cabeza de un culatazo, la ahorcaron y la subieron muerta al coche. José María padre murió último y vio cómo vejaban a su familia. Los torturaron y arrojaron sus cuerpos en el pozo de un viejo aljibe, con tiros de gracia. Tiraron granadas pero sus cuerpos quedaron reconocibles. Un busto de Mariano fue a parar al inodoro y un cuadro con su rostro quedó pintarrajeado por un tal Comando Libertadores de América. Los velaron en la granja.
“Quise ir enseguida pero mi papá me convenció de que era muy peligroso. Seguro que los mataron, me decía. Llamé varias veces por teléfono y me atendían voces desconocidas. Eso me dio miedo”, relató la testigo.
Disfraces

Antes de estos episodios los tres sobrevivientes de Trelew visitaron la granja disfrazados de turistas y contaron lo sucedido el 22 de agosto. “Su relato es el conocido: varios murieron desangrados y no los atendieron enseguida, que los hicieron salir de las celdas, formar y mirar al piso. Ahí empezaron a tirar”. Según la versión de Berger, “creyó que era otro simulacro de fusilamiento con municiones de fogueo pero cuando vio caer a Mariano se dio cuenta de que eran balas de verdad”.
Bigi escapó a Italia y le costó dejar de vivir sin terror. “A los Pujadas les perdí el rastro porque así habíamos quedado, no traté de comunicarme con ellos. Tenía hasta temor de hablar por teléfono por si alguien escuchaba”. Nadie de la familia de Mariano se quedó en el país.
“Vine muchas veces a Trelew, la última 15 días antes de la fuga. Nos abrieron el comedor del penal y fue muy emotivo. Seguro que todo lo que sucedió después tuvo conexión con la Masacre –admitió ante el tribunal-. Hubo muchas consecuencias para todos y Pujadas era una mala palabra”.

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