RELATO COMO ENCONTRO LOS CUERPOS ACRIBILLADOS. FUE AMENAZADO Y VIGILADO POR TRES AÑOS

Masacre de Trelew: «Pasaron 30 años para que pudiera hablar de nuevo sobre lo que vi en la Base», dijo Miguel Marileo
00:00«Todos los cuerpos estaban desnudos, ocho de un lado y ocho del otro, cuando los vi sentí una impotencia y una bronca muy grande, porque eran de la edad mía», recordó Miguel Marileo, el funebrero que debió preparar los cadáveres en los féretros luego de la Masacre de Trelew.

Ayer declaró como testigo en la causa que se sigue contra cinco ex marinos por los hechos ocurridos el 22 de agosto de 1972 en la Base Almirante Zar, donde mataron a 16 presos políticos, mientras que otros tres lograron sobrevivir a los disparos. «Me callé la boca por 30 años; pasaron 30 años para que pueda hablar de nuevo», reconoció Marileo, refiriéndose al testimonio que brindó para la filmación de la película «Trelew».

La misma tarde del 22 de agosto, un grupo de militares llegó a la funeraria Melluso, donde Marileo trabajaba, y compraron 16 ataúdes. A la medianoche, pasaron a buscar al empleado por su casa, uno de sus jefes ya estaba en la cabina del camión y partieron hacia la Base.
En un hall se encontró con el cuadro que le causó impotencia por la juventud de las víctimas, ubicadas sobre el piso y todos boca arriba.

«Me llamó la atención que había bolsitas de nylon al lado de cada uno con los plomos que les habían sacado y con los nombres», relató el testigo.
Recorrió el lugar mirando los cuerpos, y le llamó la atención el de Ana María Villarreal de Santucho «porque estaba por tener un bebé, pobrecita, y tenía tres tiros, todos en el vientre; no tiene perdón de Dios el que hizo eso».

Marileo siguió mirando a las víctimas apoyadas desnudas sobre el piso. «También me llamó la atención (María Angélica) Sabelli, porque no le vía sangre por ningún lado, le levanté la cabeza y cuando saqué la mano estaba llena de sangre, tenía el tiro en la nuca, no tenía otro», detalló.
Le impactó ver que «al que más le pegaron fue a Mariano Pujadas, que tenía once plomos, y se ve que lo abrieron porque estaba todo cosido, eso lo tuvo que hacer algún médico, algún profesional».
Un soldado joven que estaba en el grupo de los que vigilaba, le dijo a Marileo: «Jefe, nosotros no los matamos, fueron el capitán Sosa y su pandilla», inmediatamente después de ese comentario se lo llevaron del lugar, según recordó el testigo.

A partir de ese momento Marileo y su jefe Martelo comenzaron a preparar los cuerpos en los féretros. Los pusieron desnudos, tapados apenas con la tela que los cajones tenían en su interior. Sobre cada uno de ellos, dejaron las bolsitas con las balas extraídas de sus cuerpos.
Por pedido de las querellas, se le mostró al testigo una foto que le fuera tomada al militante muerto en la Masacre, Jorge Ulla, por parte de su hermano cuando recibió el cuerpo. «Este trabajo lo hice yo», reconoció Marileo al ver la imagen de la víctima en el féretro. Esa foto muestra claramente los disparos a corta distancia que sufrió Ulla, y fue agregada como prueba a la causa recientemente.

«VOS NO VISTE NADA»
El trabajo para el que habían sido llevados a la Base Zar, Marileo y su jefe lo culminaron a las cinco de la mañana, pero no salieron de allí hasta las cinco de la tarde, cuando los subieron a un jeep y los llevaron a la funeraria. Cuando bajaba sus herramientas del vehículo, uno de los militares se dirigió a Marileo diciendo: «Vos no viste nada, no estuviste en la Base, cuidate porque tenés un hijo chiquito de dos años».
Aunque no lo dijo durante la audiencia, Marileo aseguró a la prensa que siguió siendo vigilado al menos durante tres años más, según le advirtieron amigos civiles que cumplían tareas en la Base Aeronaval.
Y también reconoció haber callado durante treinta años después de aquella amenaza, pero Marileo dejó en claro que lo que pudo ver aquel día de 1972, «no me lo podré olvidar jamás».
Al abandonar la sala del Centro Cultural de Rawson donde se desarrolla el juicio, Marileo fue aplaudido por el público que escuchó su relato.

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«No podrían haber asumido una fuga espontánea»
00:00El 15 de agosto de 1972 se fugaron 25 presos políticos del penal de Rawson. Luis Ortolani debía ser el próximo en salir, el número 26, pero algo falló y permaneció en la cárcel.

Quien estaba adelante suyo y sí pudo huir del penal fue su cuñado, Mario Delfino, que una semana después murió con otros 16 militantes en la Masacre de Trelew.
Ortolani declaró ayer como testigo en la causa que investiga ese hecho ocurrido en la Base Almirante Zar, y relató el reencuentro que tuvo con los sobrevivientes Ricardo Haidar y Alberto Camps en la cárcel de Devoto.

Ambos por separado le contaron que aquella madrugada del 22 de agosto del ’72, fueron sacados de sus celdas bajo la excusa de llevarlos de nuevo al penal, «y comenzaron a sentir los disparos de ametralladoras, caían los compañeros de adelante y se tiraron dentro del calabozo».
Haidar y Camps le contaron al testigo que fueron dos marinos los que realizaron los tiros de remate. Haidar simuló estar muerto, pero le dispararon nuevamente y luego sintió que alguien entró, lo subieron a una camilla y se desmayó.
Ortolani dijo que era imposible que hubiesen intentado fugarse. «No podrían haber asumido una fuga espontánea porque todo se planificaba», remarcó.

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