Juicio por la causa La masacre de Trelew
Masacre de Trelew: por primera vez hablaron de “pacto de silencio”
Memoria. Hirigoyen vio cómo sacaban los féretros de la Base Zar.
Un ex conscripto y una ex empleada de la Base Almirante Zar de Trelew confirmaron el cerco informativo que se produjo al interior de la Marina la semana trágica que se inició con la fuga del 15 de agosto de 1972 y que culminó con los fusilamientos. Por su trabajo cotidiano en la unidad naval aportaron pistas de primera mano acerca de lo que en verdad sucedió la madrugada del 22. Y ambos participaron de ruedas de reconocimiento con los 19 presos de las organizaciones armadas.
Clase 1951, Gregorio Hirigoyen perteneció a Marinería y era un furriel con trabajos administrativos. Como dactilógrafo lo destinaron a una máquina de escribir. Ante el tribunal que juzga la Masacre de Trelew contó que el 16 de agosto, con sus colegas colimbas supieron que había detenidos en la Base. “Por comentarios sabíamos que estaban en los calabozos pero no tuvimos contacto. Desde ese día quedamos acuartelados”.
Aunque no recordó cuándo, confirmó que participó de una rueda de reconocimiento esa semana. “Nos ordenaron que nos vistiéramos de civil y nos mezcláramos con otra gente”. Fue una fila india de 20 personas que alternó civiles, militares y presos, en una sala del edificio principal. “Ninguno de los guerrilleros mostró agresividad para nada y tuvieron una actitud totalmente pasiva”, afirmó.
Ante el tribunal, Hirigoyen reconoció fotos del expediente aunque “hay lugares de la Base que se me borraron de la mente”. Y afirmó que la custodia de los presos no eran colimbas sino oficiales y suboficiales de la Infantería de Marina.
La madrugada del 22 de agosto él y sus compañeros durmieron. Ninguno escuchó disparos ni gritos. Al levantarse “nos enteramos que había pasado algo con derramamiento de sangre, heridos y muertos”. El rumor general fue el intento de fuga. Pero según el testigo, “uno razonaba que no podía ser que hayan querido tomar la sala de armas; sonaba ilógico”. Al mediodía él y muchos otros vieron a suboficiales de Infantería sacar los ataúdes del edificio central, rumbo al hangar, uno junto al otro. “No era un espectáculo para quedarse y me volví a la oficina”, relató.
En la Base circuló el rumor que se habían usado armas cortas. “Escuchamos que no había sido una orden de ninguna autoridad interna sino venida de afuera”, aseguró. Nadie nunca les informó nada oficialmente. “Nadie hablaba delante nuestro y tampoco nos correspondía pedir explicaciones”, razonó.
Norma Carreté fue la otra testigo de la audiencia en el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson. Trabajó 47 años en la Base. Era jefa de sueldos y de movimiento de personal en una Base que entonces contaba con al menos 500 personas, con apenas unos 40 civiles. Ella les pagaba. Esa semana trabajó como siempre y sólo después del 22 de agosto las autoridades navales les pidieron no ir por un tiempo.
También participó de una rueda de reconocimiento de hora y media, en su caso con dos grupos de mujeres. La compartió con Ana María Villarreal de Santucho y María Antonia Berger, a quien reconoció por la televisión. “Ametralladora en mano, el teniente Bravo nos hizo desfilar por un pasillo en el hall de entrada y alguien nos miraba desde una mirilla”, detalló. “Había llegado el juez Jorge Quiroga y no pasó nada anormal. Yo era joven e inconsciente, hoy tal vez no aceptaría participar”. De la rueda participaron empleados del aeropuerto y de Aerolíneas Argentinas.
Cada mañana a las 8 un vehículo la llevaba a la Base. El 22 lo esperó media hora en una esquina, se cansó y tomó un taxi en la plaza. No le subieron la barrera y no entró: “Nos dijeron que no volviéramos hasta nuevo aviso”. Pasó cerca de una semana. “Al volver al trabajo nadie hablaba del asunto, ni preguntábamos ni nos decían nada”. Carreté confirmó que el jefe máximo de la Base era Rubén Paccaginini, uno de los procesados. Pocos días después le pidieron la ficha de revista de Luis Sosa, Roberto Bravo, Carlos Marandino y Marchant. “No volví a verlos en la Base y decían que les habían dado el pase al exterior. Pero de eso no se hablaba”.#
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Imputados siguieron por videoconferencia el juicio por la Masacre
Se trata del único de los cinco marinos enjuiciados que permanece con prisión domiciliaria en la zona, mientras que el resto está en libertad.
La implementación del sistema de videoconferencia permitió a los imputados Rubén Paccagnini, Luis Emilio Sosa, Emilio Del Real y Jorge Bautista, seguir las instancias de la audiencia desde el Consejo de la Magistratura en la Capital Federal. Así ocurrirá con las próximas audiencias, al menos en esta etapa de testimonios.
Resultó llamativo que en la pantalla al único de los imputados que se pudo ver permanentemente fue a Sosa, a quien se lo notó mucho más distendido y gesticulando permanentemente, incluso hasta riéndose durante la declaración de algunos testigos. >
SE REANUDA JUICIO POR LA MASACRE DE TRELEW
La Justicia Federal de Chubut reanudará hoy el juicio contra cinco ex jefes militares de la Armada por la denominada «Masacre de Trelew», en la que fueron asesinadas 16 personas el 22 de agosto de 1972 en la Base Aeronaval Almirante Zar de nuestra ciudad. En esa decimoprimera jornada se escucharán por audio los testimonios de los fallecidos Luis Eduardo Duhalde, y Rául Fitte.
A continuación detallamos las fechas correspondientes a cada declaración y los apellidos de los testigos, que se encuentran con algunas variaciones conocidas en la audiencia del día 8 del corriente. Los encuentros siguen desarrollándose en el Cine Teatro de Rawson, por la mañana, excepto los lunes que empieza a las 16. Hoy se escucharán los testimonios en audio de Luis Duhalde y también de Raúl Fitte; mientras que mañana martes se escuchará la declaración de los testigos Eduardo Ambrosio Busi, Tomás Maza y Hector Gabriel Castro. El miércoles será el turno de los testimonios de Hirigoyen y Norma Beatriz Carrete; y el jueves de Carlos Roveta y Aldo Vega.
El primero de julio comienza la feria judicial, así que habrá un receso hasta el miércoles 25 del mismo mes, que comenzará con los relatos de Carlos Steiner y Carlos Neira. El jueves 26 fueron citados Carlos Juarez y Hugo Gonzalez; el viernes 27: Oscar Alfredo Díaz y Jorge Barreto; y el martes 31 Alberto Silvetti y Agustín Magallanes.
Las siguientes jornadas serán del 1º al 3 de agosto; el día 10, y del 27 al 31 de ese mismo mes. Se prevé que entre el 10 y 27 de agosto puede ser que se disponga la proyección de la película «Trelew» de Mariana Arruti que forma parte de la prueba. La información también se encuentra consignada en el blog de un grupo de docentes y estudiantes de historia realizada a modo de proyecto sobre este trágico hecho: veintidosdeagosto.blogspot.com.ar.
Masacre: aparecieron fotos inéditas de los fusilados en Trelew y citarán a dos nuevos testigos para la causa
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05/06/2012 2:00 AM
Declaró Hilda Bonardi, viuda de Humberto Toschi. Le dio al tribunal fotos de Jorge Ulla, otra víctima, que muestran un disparo a muy corta distancia en el pecho.
Contó la reunión en Rawson donde Lanusse prometió a los familiares que los presos saldrían intactos.

Postal del juicio. Una imagen de la audiencia desarrollada ayer en la ciudad de Rawson.
Por Rolando Tobarez
La viuda de Humberto Toschi aportó cuatro fotografías del cadáver de Jorge Ulla, una de las víctimas de la Masacre de Trelew, que muestran con claridad al menos un balazo en el pecho. Las imágenes, inéditas hasta ayer, la recibió la semana pasada Hilda Bonardi y se las aportó el médico Julio Ulla, hermano de la víctima, otro de los 19 fusilados en la Base Almirante Zar el 22 de agosto de 1972. Se trata de fotos color tomadas con el cuerpo dentro del féretro y que ya quedaron incorporadas a la causa. La mayoría de las partes, incluido el tribunal, desconocía su existencia. Y tomó por sorpresa a las defensas.
Según miembros de la querella, el balazo muestra el tradicional círculo de pólvora que rodea el orificio del impacto y que podría demostrar que se trató de un disparo a muy poca distancia. “Es la primera vez que me hacen conocer estas fotos”, aseguró la viuda, que ayer fue la única testigo en la reanudación del juicio en el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson. “Esto demuestra que este proceso abrió muchas puertas ya que el hermano de Ulla jamás las había mostrado hasta que me las mandó”.
El médico que envió el histórico material vive en Santa Fe y el fiscal federal Fernando Gélvez pidió que sea citado por el tribunal que juzga a los 5 marinos acusados por los fusilamientos. La idea de la querella es que el hombre brinde más detalles de las circunstancias en las cuales fotografió el cuerpo baleado de su hermano. El pedido de Gélvez fue aceptado por los jueces y Ulla vendrá a la provincia.
Otro dato inédito que brindó Bonardi fue una reunión en Rawson con el presidente de facto Agustín Lanusse. El encuentro se concretó en Casa de Gobierno, en la primera quincena de mayo de 1972, 3 meses antes de la Masacre. Enterados de su visita a Chubut, familiares de los presos políticos de la Unidad 6 pidieron una audiencia que el militar concedió.
Aunque no hablaron, en esa charla estuvieron presentes los ministros del Interior, Arturo Mor Roig, y de Bienestar Social, Francisco Manrique, ambos del gabinete de la dictadura. Bonardi agregó la presencia de Nores Martínez, ministro de Bienestar Social del gobierno provincial. “Le pedimos a Lanusse que se aceleren los procesos contra los presos políticos y que volvieran a tener a sus jueces naturales ya que entonces estaban a disposición de la Cámara Federal (conocida como ´Camarón´)”. Según la viuda, también le exigieron que no haya más torturas a los detenidos en cárceles y comisarías.
Lanusse respondió entonces que los presos seguirían bajo jurisdicción de esa Cámara porque era decisión tomada. Pero a cambio –de acuerdo a la versión que se escuchó ayer- garantizó a sus familiares la integridad física de los militantes. “Lo que en apariencia fue lo más positivo que nos dijo, resultó ser la gran mentira a juzgar por lo que sucedió después”. Cuarenta años después, Bonardi dijo que esa visita de Lanusse en realidad se organizó como un reconocimiento del área para preparar el operativo de eliminación de los guerrilleros. “Vinieron a ver el terreno para saber en qué condiciones estaba y saber cómo terminar de cortar sus vínculos, aislarlos más o desaparecerlos”.
“No me cabe duda de que la decisión de fusilarlos fue parte de un plan ordenado, muy bien pensado y tramado para asestar un golpe a quienes burlaron las decisiones del poder militar”. Para la viuda de Toschi, mediante los fusilamientos la dictadura “logró instalar la pedagogía del terror que ya practicaban y no me cabe ninguna duda de que fue la génesis del terrorismo de Estado que se comprobó después”.
El tribunal también decidió citar como testigo a Eduardo Toschi, cuñado de Hilda. Es porque después de los fusilamientos, el hermano del fusilado reconoció su cuerpo en una comisaría y una escribana que lo acompañaba certificó sus heridas en una escritura oficial: 2 balazos sin orificio de salida en el abdomen, magulladuras en el hombro y en las rodillas y maceramiento en los dedos. “La mortaja estaba completamente empapada de sangre”, dijo Hilda. “Y cuando esos datos se cotejan con las autopsias de Rubén Bonet y otros testimonios, se verifica que los disparos vinieron de un solo lado”.
Pedidos urgentes
El tribunal ordenó enviar un oficio urgente al Ministerio de Defensa de la Nación para que rastree nuevamente en sus archivos el sumario militar que Bautista elaboró al investigar los fusilamientos, como juez ad hoc. Es un material de 400 fojas que nunca apareció pese a los insistentes pedidos de las querellas y que todas las partes consideran muy valioso para definir el rumbo del juicio.
Otro material que nunca apareció pero que los jueces insistirán son los expedientes del juicio civil que Alicia Bonet le inició a la Marina por el crimen de su esposo, Rubén Pedro, a una semana de la Masacre. En esa época, a esa acción se adhirieron otros familiares. Esa causa incluye la autopsia de Bonet que probaría que recibió un tiro de gracia en la nuca, entre otros datos útiles. En este caso el pedido fue para los tribunales porteños.
Bautista dijo que no hubo intento de fuga y que les vaciaron tres cargadores de ametralladora
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El histórico juicio por la Masacre de Trelew.

Por Rolando Tobarez
Ni se me pasó por la cabeza y nada me sugirió que lo que vi en los calabozos haya sido un intento de fuga”.
El Cine Teatro “José Hernández” de Rawson enmudeció al escuchar la frase del capitán de navío Jorge Bautista, el responsable de la investigación militar de la Masacre de Trelew. Está acusado de encubrir los 19 fusilamientos y ayer aceptó declarar pero sin responder preguntas de la querella. Se le ocurrió la frase del principio porque “al razonar lo que uno vio se pregunta cómo pudo haber sucedido”.
Por más de tres horas el marino retirado mostró una estrategia despegada de los otros cuatro acusados. Su declaración no los ayudó. “Para mí esa noche les vaciaron el cargador de las ametralladoras”, le dijo al tribunal. Explicó que cada cargador tenía 32 balas y que la orden de un militar es tirar a matar hasta quedarse sin municiones.
Como se sospecha que al menos Luis Sosa, Emilio Del Real y Roberto Bravo usaron esas ametralladoras, la madrugada del 22 de agosto los presos habrían recibido como mínimo tres ráfagas de casi cien disparos en total. Sin contar las pistolas calibre 45 que también se usaron y que según Bautista, Carlos Marandino gatilló aunque el cabo niegue haber disparado. Otros dos marinos ya fallecidos, de apellido Herrera y Marchant, también habrían participado pero se ignora con qué armas. Si usaron metrallas, la ráfaga fue mucho peor.
Su investigación de 400 fojas nunca se encontró. Pero Bautista admitió que en su opinión, “no hubo tiros de los dos lados”, dato que desbarata la hipótesis de que los militares se defendieron de la agresión armada de presos que intentaron huir.
Apoyado en un bastón y “sin tratar de ser perfecto en mi declaración”, recordó que lo despertaron en su casa y desde Puerto Belgrano llegó a Trelew entre las 12 y las 13 del mismo 22 de agosto para investigar la conducta de Sosa, Bravo y el resto. Aunque aseguró que “para evitar suspicacias debo decir que no me eligieron por mi nombre sino por mi función”, admitió que había jueces militares preparados para episodios así. Para este caso no los convocaron, detalle que no explicó.
Viajó con un escribiente, dos médicos y tres enfermeros. El decreto para designarlo lo firmó el presidente de facto Agustín Lanusse. “Nunca lo conocí pero sí me hizo llegar que quería saber cuándo terminaría el sumario y qué recomendaciones daría. Como me designó él me pareció lógico que quisiera saberlo antes de que se cumplieran las vías correspondientes”.
A Bautista le avisaron que en la Base Almirante Zar había muertos y heridos. No conocía Chubut ni imaginó lo que vería. “Lo más natural era ir a los calabozos y empezar por ahí. Indudablemente fue un cuadro impactante por la cantidad de muertos y de sangre en un hecho desgraciado; ni me imaginé la magnitud de lo que vi”, le contó al juez Enrique Guanziroli. “Entré sorteando cuerpos y piernas”, recordó.
Mientras revisaba el famoso pasillo, Sosa y compañía esperaban el interrogatorio aislados en sus camarotes. Revisó paredes y pisos en busca de huellas de balazos y proyectiles usados. En la entrada había al menos 13 cuerpos. Otros 6 presos ya estaban en la Enfermería. “La cantidad de heridos y de marcas de balas bajaba a medida que uno se acercaba al final del pasillo”, ratificó.
“A los cuerpos no los revisé porque estaban vestidos y yo no podía ver las heridas. Tampoco era mi función. Sí recuerdo que había un muchacho con 4 orificios en el gamulán, la ropa que se usaba entonces. Los cadáveres ya tenían la dureza del rigor mortis y no es natural en esa circunstancia ponerse a revisar”.
No sabe si los cuerpos fueron movidos antes de su llegada. No vio cadáveres encimados pero sí rastros de sangre de los heridos, que tras la balacera reptaron buscando refugio en los calabozos. “Me dijeron que lo más razonable era no interrogar en ese momento a los sobrevivientes y me pareció algo humano. No quise forzar nada”, subrayó.
Bautista aseguró “algo que no se dijo hasta ahora”: que los militares acusados “estaban acuartelados” y sugirió lo que sucede cuando un grupo de militares –algunos solteros- se reúnen en el Casino de Oficiales. “Van a pasar el tiempo, toman, juegan, hasta que se hace tarde y Sosa decide una inspección”.
No habló de tiroteo mutuo pero avaló la teoría de un ataque de Mariano Pujadas a Sosa que termina en la reacción militar, y no un fusilamiento a mansalva. “Los hechos que me relató el personal naval es uniforme y sin fisuras”, aseguró.
La noche lluviosa del 23 de agosto vio en la Base cómo cargaban los féretros con cada cuerpo rumbo a su provincia natal. El piloto del avión era un tal teniente Martí. Luego no supo más y en 40 días terminó su investigación interna.
Ayer sacó mucha documentación de su valija negra, casi de escolar. Se quejó por su procesamiento y advirtió de posibles culpas de sus superiores. “Muchos fallecieron pero las instituciones no se cerraron –graficó en referencia a las Fuerzas Armadas-. ¿Se investigó si alguien sabía algo más? ¿o acaso todo pasó por Bautista?”. El anciano dijo que no se lo puede condenar con pruebas que se obtuvieron después de los hechos y que él no tuvo disponibles hace 40 años. “Aunque el tribunal concluya que actué incorrectamente, con negligencia o equivocado, jamás se podrá decir que mi trabajo fue doloso, intencional o direccionado a favorecer a un miembro de la Armada”.
Por ley, ya que deberán declarar otro día, Sosa, Del Real, Rubén Paccagnini y Marandino no escucharon el testimonio y fueron aislados en una oficina del recinto. Por eso no oyeron que según Bautista, “cualquier resolución que el tribunal tome con el resto de los imputados será ajena a mí”. Soltar la mano, como quien dice.