Juicio por la causa La masacre de Trelew

Masacre de Trelew: el juez dijo que la sentencia será en octubre

Enrique Guanziroli dijo que sólo un incidente procesal fuera de lo común podría interrumpir el buen ritmo de las audiencias y que “octubre es un mes adecuado” para el fallo. Ayer se vieron los films “Trelew” y “Ni olvido ni perdón”.
Cansancio. Carlos Marandino, acusado de participar del fusilamiento, fue el único imputado que siguió atentamente ambos documentales.

Por Rolando Tobarez

Parado entre las butacas del Cine Teatro “José Hernández” de Rawson y rodeado por 150 estudiantes secundarios, el juez Enrique Guanziroli confirmó que la esperada sentencia por la Masacre de Trelew se conocerá en octubre. Sólo algún incidente procesal fuera de lo común haría que esta predicción no se cumpla, ya que es lo único que interrumpiría el buen ritmo que tiene el proceso.
Jueces, fiscales, querellantes y defensores compartieron ayer el recinto con los chicos de las escuelas para la proyección de dos películas: los documentales “Trelew” y “Ni olvido ni perdón”, dos cintas que repasan los hechos de la semana de agosto de 1972. La presencia de los adolescentes fue respuesta a una convocatoria oficial, con la idea de que las nuevas generaciones se empapen de parte de la historia argentina que se juzga.
Informal, sin saco ni corbata, el presidente del Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia admitió: “Calculo que el fallo tendría que ser en octubre ya que estamos desarrollando un ritmo razonable”. Según el cronograma oficial sólo restan 13 testigos y una inspección a la Base Almirante Zar, escenario de los 19 fusilamientos que se juzgan.
“Todo esto que se ve ahora después hay que procesarlo intelectual y emocionalmente, no sólo los jueces sino que también las partes deben producirse primero –añadió el magistrado-. Es un ritmo razonable de desenvolvimiento de la audiencia de debate”.
Lo que vendrá después de los testigos ya no depende del tribunal: será el turno de los alegatos. “Esa parte tiene otro ritmo: el que producen las partes; luego de que aleguen fiscales y querellantes hay que dar plazo para que aleguen los defensores y es un imponderable que el tribunal nunca maneja”. Aún así, Guanziroli insistió con que “razonablemente, por cómo se están llevando a cabo las audiencias creo que octubre es un mes adecuado, salvo que surjan algunos otros elementos de estas pruebas que estamos viendo”.
Algunos testimonios de las dos películas que se vieron ayer no fueron dichos ante un juez o sus protagonistas ya murieron como para ser convocados. Por eso el valor probatorio de ambos documentales es relativo y dependerá de la interpretación que les dé el tribunal. Sin embargo, Guanziroli explicó que “su valor es interesante porque engarza con un montón de prueba que hemos visto en el curso de estas audiencias. Se agregan visiones de las personas que nosotros no tuvimos antes porque pasó mucho tiempo y después hubo secuelas”. En este sentido consideró que los films “son un elemento de juicio interesante pero no me quiero apresurar a la ponderación que harán primero las partes y al final nosotros”.
De todas formas, el presidente del tribunal aseguró que “el 90 por ciento” de los testimonios de las películas están incorporados a la causa. “Tienen algunas variaciones, cosa que es razonable a 40 años de antigüedad de un hecho, pero diría que esas variaciones no fueron muy notables”.
Guanziroli recordó que incluso hay registros que constan en el expediente pero no en las películas sobre el 22 de agosto del ´72. “Hay fotos de las cuales nos enteramos recién en el debate y también se incorporaron. En ese sentido el tribunal siempre es muy amplio en la incorporación de pruebas ya que después vendrá la evaluación de las partes primero y de los jueces al final”.
En cuanto a la presencia de los estudiantes, el magistrado comodorense explicó que “la experiencia que tiene este tribunal es que las audiencias orales y públicas son sumamente formativas en civilidad”. Junto con Pedro de Diego y Nora Cabrera de Monella -los jueces que lo acompañan- “hemos interpretado desde hace mucho, diría que hace más de 20 años, desde que funciona el tribunal, que los estudiantes pueden asistir en tanto estén acompañados por profesores que puedan ilustrar y explicarles o por sus padres”.
En este sentido, “luego de la presencia de los chicos en algunos juicios, los profesores les tomaban evaluaciones y eran mucho más positivas de lo que uno pueda pensar. Eso nos alentó a seguir en un camino en el cual este tribunal fue pionero en Argentina”.#

RELATO COMO ENCONTRO LOS CUERPOS ACRIBILLADOS. FUE AMENAZADO Y VIGILADO POR TRES AÑOS

Masacre de Trelew: «Pasaron 30 años para que pudiera hablar de nuevo sobre lo que vi en la Base», dijo Miguel Marileo
00:00«Todos los cuerpos estaban desnudos, ocho de un lado y ocho del otro, cuando los vi sentí una impotencia y una bronca muy grande, porque eran de la edad mía», recordó Miguel Marileo, el funebrero que debió preparar los cadáveres en los féretros luego de la Masacre de Trelew.

Ayer declaró como testigo en la causa que se sigue contra cinco ex marinos por los hechos ocurridos el 22 de agosto de 1972 en la Base Almirante Zar, donde mataron a 16 presos políticos, mientras que otros tres lograron sobrevivir a los disparos. «Me callé la boca por 30 años; pasaron 30 años para que pueda hablar de nuevo», reconoció Marileo, refiriéndose al testimonio que brindó para la filmación de la película «Trelew».

La misma tarde del 22 de agosto, un grupo de militares llegó a la funeraria Melluso, donde Marileo trabajaba, y compraron 16 ataúdes. A la medianoche, pasaron a buscar al empleado por su casa, uno de sus jefes ya estaba en la cabina del camión y partieron hacia la Base.
En un hall se encontró con el cuadro que le causó impotencia por la juventud de las víctimas, ubicadas sobre el piso y todos boca arriba.

«Me llamó la atención que había bolsitas de nylon al lado de cada uno con los plomos que les habían sacado y con los nombres», relató el testigo.
Recorrió el lugar mirando los cuerpos, y le llamó la atención el de Ana María Villarreal de Santucho «porque estaba por tener un bebé, pobrecita, y tenía tres tiros, todos en el vientre; no tiene perdón de Dios el que hizo eso».

Marileo siguió mirando a las víctimas apoyadas desnudas sobre el piso. «También me llamó la atención (María Angélica) Sabelli, porque no le vía sangre por ningún lado, le levanté la cabeza y cuando saqué la mano estaba llena de sangre, tenía el tiro en la nuca, no tenía otro», detalló.
Le impactó ver que «al que más le pegaron fue a Mariano Pujadas, que tenía once plomos, y se ve que lo abrieron porque estaba todo cosido, eso lo tuvo que hacer algún médico, algún profesional».
Un soldado joven que estaba en el grupo de los que vigilaba, le dijo a Marileo: «Jefe, nosotros no los matamos, fueron el capitán Sosa y su pandilla», inmediatamente después de ese comentario se lo llevaron del lugar, según recordó el testigo.

A partir de ese momento Marileo y su jefe Martelo comenzaron a preparar los cuerpos en los féretros. Los pusieron desnudos, tapados apenas con la tela que los cajones tenían en su interior. Sobre cada uno de ellos, dejaron las bolsitas con las balas extraídas de sus cuerpos.
Por pedido de las querellas, se le mostró al testigo una foto que le fuera tomada al militante muerto en la Masacre, Jorge Ulla, por parte de su hermano cuando recibió el cuerpo. «Este trabajo lo hice yo», reconoció Marileo al ver la imagen de la víctima en el féretro. Esa foto muestra claramente los disparos a corta distancia que sufrió Ulla, y fue agregada como prueba a la causa recientemente.

«VOS NO VISTE NADA»
El trabajo para el que habían sido llevados a la Base Zar, Marileo y su jefe lo culminaron a las cinco de la mañana, pero no salieron de allí hasta las cinco de la tarde, cuando los subieron a un jeep y los llevaron a la funeraria. Cuando bajaba sus herramientas del vehículo, uno de los militares se dirigió a Marileo diciendo: «Vos no viste nada, no estuviste en la Base, cuidate porque tenés un hijo chiquito de dos años».
Aunque no lo dijo durante la audiencia, Marileo aseguró a la prensa que siguió siendo vigilado al menos durante tres años más, según le advirtieron amigos civiles que cumplían tareas en la Base Aeronaval.
Y también reconoció haber callado durante treinta años después de aquella amenaza, pero Marileo dejó en claro que lo que pudo ver aquel día de 1972, «no me lo podré olvidar jamás».
Al abandonar la sala del Centro Cultural de Rawson donde se desarrolla el juicio, Marileo fue aplaudido por el público que escuchó su relato.

http://elchubut.com.ar/nota/18651
«No podrían haber asumido una fuga espontánea»
00:00El 15 de agosto de 1972 se fugaron 25 presos políticos del penal de Rawson. Luis Ortolani debía ser el próximo en salir, el número 26, pero algo falló y permaneció en la cárcel.

Quien estaba adelante suyo y sí pudo huir del penal fue su cuñado, Mario Delfino, que una semana después murió con otros 16 militantes en la Masacre de Trelew.
Ortolani declaró ayer como testigo en la causa que investiga ese hecho ocurrido en la Base Almirante Zar, y relató el reencuentro que tuvo con los sobrevivientes Ricardo Haidar y Alberto Camps en la cárcel de Devoto.

Ambos por separado le contaron que aquella madrugada del 22 de agosto del ’72, fueron sacados de sus celdas bajo la excusa de llevarlos de nuevo al penal, «y comenzaron a sentir los disparos de ametralladoras, caían los compañeros de adelante y se tiraron dentro del calabozo».
Haidar y Camps le contaron al testigo que fueron dos marinos los que realizaron los tiros de remate. Haidar simuló estar muerto, pero le dispararon nuevamente y luego sintió que alguien entró, lo subieron a una camilla y se desmayó.
Ortolani dijo que era imposible que hubiesen intentado fugarse. «No podrían haber asumido una fuga espontánea porque todo se planificaba», remarcó.

http://elchubut.com.ar/nota/18650

Masacre de Trelew: “Una chica rubia daba impresión por cómo gritaba que por favor la mataran”

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La versión del excolimba Heraldo Torné conmovió ayer la audiencia del juicio por los crímenes de 16 militantes políticos en la Base "Almirante Zar".
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Hay más testigos. Según Torné, todos vieron los calabozos baleados.
El excolimba Heraldo Torné aseguró que el 22 de agosto a las 17 estuvo 5 minutos en los calabozos y vio varios de los cuerpos. “Saltaba la sangre cuando los daban vuelta y me impresionó porque le tengo miedo a la sangre”. Los enfermeros los cargaban en camillas y se los llevaban al hospital de la Base en una ambulancia. Pero como tuvo respuestas imprecisas, las partes quedaron disconformes y con dudas sobre el relato.

El testigo iba seguido al hospital. Su próximo destino era la Antártida y estaba obligado a operarse de apéndice. “Vi a una de las presas, una chica rubia llena de sondas que gritaba que por favor la mataran, de una forma tal que daba impresión”, relató. “Parecía sedada y bastante deteriorada”. 

Torné aseguró que los jefes del Batallón de Infantería solían reunir a los colimbas para preguntarles su opinión de lo sucedido. “Un chico porteño lo encaró al capitán Sosa y le preguntó por qué los habían fusilado. No lo volví a ver. Por eso nunca pregunté nada. El pato lo pagaban los colimbas”.

Recordó a Rubén Paccagnini, el jefe de la Base, como “una persona correctísima” que “no tuvo nada que ver”. En cambio, “Sosa y Bravo eran insoportables cuando estaban de guardia”. La Infantería hizo circular internamente la versión oficial del intento de fuga. Hubo reuniones diarias. “Era imposible que se escapen y más con la seguridad que había. Intentaron inculcar esa versión entre la gente para salvarse ellos, porque decían que en 5 años nadie se acordaría”. La Infantería tenía como cabezas visibles a Sosa y Bravo. Trabajaban independientes del resto de la Base. “La Infantería es la clave de lo que pasó”, dijo. Torné advirtió que “el 90 por ciento” de los conscriptos debió ver los calabozos baleados. “En el ´73 yo los vi y las marcas aún estaban. Tenemos que ser bien claros: todos los colimbas tenían que pasar por ahí porque estaba la oficina de armas y tienen que haber visto las celdas. Incluso algunos se sacaron fotos”. Observó marcas de balazos dentro de los calabozos, en los laterales y el fondo del pasillo, “a la altura de la cintura”. 

Cuando los guerrilleros quedaron encarcelados en la Base “la convivencia tomó otro color”. El personal completo “se abocó a recargar las guardias”. Notó “susto y nerviosismo” entre los suboficiales. “Había descontrol y anarquía al organizar las guardias porque no sabían a quién poner”. Por eso hubo soldados que hicieron turnos de hasta 24 horas. “Hubo un movimiento distinto al de otros días”, graficó. Torné escuchó el rumor interno de que la noche del 23 de agosto se levantó la guardia especial en los calabozos. “La madrugada del 22 no escuché nada y a las 8 otro conscripto me despertó y me avisó: Mataron a los muchachos. Yo no lo podía creer”.#

Espionaje en la Base Zar: condenan a marinos pero seguirán libres

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Trece de los 14 imputados fueron encontrados culpables por los hechos ocurridos en la Oficina de Inteligencia de Base de la Armada en Trelew. Sin embargo, ninguno irá a la cárcel porque las penas, menores a los tres años de prisión, son excarcelables.
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Condenados. De los 14 juzgados, 13 fueron encontrados culpables por el tribunal. Ninguno de ellos cumplirá condena efectiva.
Por Rolando Tobarez

En un recinto expectante y mediante una sentencia de 233 páginas, el juez federal Enrique Guanziroli condenó ayer a 13 marinos por espionaje ilegal ejecutado desde la Base Almirante Zar de Trelew. El único militar absuelto fue el almirante Cristian Vidal, ya que el magistrado no halló pruebas para castigarlo. El fiscal federal Fernando Gélvez y la querella del Centro de Estudios Legales y Sociales se mostraron conformes con la decisión pero adelantaron que la absolución de Vidal será apelada. Dijeron que podría haber otras quejas pero esperarán leer el fallo completo. De esta forma y tras más de 5 meses de audiencias, quedó probado que en Trelew, los militares espiaron a políticos, dirigentes sociales, periodistas y organizaciones civiles. Y que esa información se elevó a la cúpula de la Armada Argentina.

Los suboficiales Daniel Guantay, Vicente Rossi y Alfredo Andrade, y los capitanes Omar Merlo y Gustavo Monzani fueron considerados coautores del delito de abuso de autoridad continuado en la ejecución de tareas contrarias a las leyes. Guanziroli condenó a cada uno a un año de prisión en suspenso, siempre y cuando durante dos años no cometan nuevos delitos, no posean ni usen drogas o armas ni abusen del alcohol.

Además, durante esos dos años cada uno de los marinos deberá asistir a un curso de 50 horas de duración sobre Derechos Constitucionales y Humanos, dictado por alguna personalidad o entidad públicamente reconocida. Si no lo desean, otra opción es que por idéntico tiempo realicen una actividad no remunerada en una institución de bien público. Por otro lado, los cinco tendrán dos años de inhabilitación especial para trabajar como empleados o funcionarios públicos en cualquier tarea de Inteligencia. Cabe recordar que este grupo trabajó en la Oficina de Inteligencia de la Base, conocida como la “Casita”.

Por su parte, los capitanes Jorge Janiot, Gustavo Ottogalli, Carlos Ruda y Félix Médici, y el almirante Luis De Vincenti, fueron considerados partícipes necesarios de abuso de autoridad. El juez Guanziroli los condenó a 1 año de prisión en suspenso, con las mismas condiciones que el grupo anterior. Al igual que el resto, podrán hacer un curso o bien trabajo comunitario. Y recibieron dos años de inhabilitación cada uno.

El capitán Carlos Vázquez fue considerado en la sentencia como partícipe necesario de abuso de autoridad y condenado a 6 meses de prisión en suspenso. El resto de su castigo es idéntico a los otros marinos sólo que en su caso fue sancionado con un año de inhabilitación. 

En el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson, Guanziroli aclaró que la pena de Vázquez y de los demás marinos que combatieron en la guerra de Malvinas se alivió ya que “se tuvo en cuenta particularmente la distinción que les otorgó el Congreso de la Nación para otorgarles una reducción penal”.

Los almirantes Pablo Rossi y Eduardo Avilés fueron condenados a 1 año y 6 meses de prisión por ser autores directos del delito de abuso de autoridad. Fue la pena más alta. El resto del castigo es igual al de sus colegas pero en su caso recibieron tres años de inhabilitación especial cada uno. Se trata de jefes de la Marina que pudieron frenar el espionaje y según el juez, no lo hicieron.

Copias de la sentencia fueron enviadas a la Comisión Bicameral del Congreso que controla las actividades de Inteligencia y la presidente Cristina Fernández, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación. La filmación del extenso juicio –que empezó a principios de marzo- se archivará en la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia. 

La lectura de la sentencia se inició pasadas las 19 pero tras 20 minutos de tediosa lectura, a pedido de las partes el juez accedió a leer sólo parte resolutiva. Guanziroli desestimó todas las quejas de las defensas de los marinos y consideró que el caso no estaba prescripto y que la denuncia original, la acusación, los allanamientos en la Base Zar y los secuestros fueron en regla.#

Un testimonio impactante en la Masacre de Trelew

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Un testimonio impactante en la Masacre de Trelew
Esa madrugada de agosto Agustín Magallanes se despertó por lo que describió como interminables ráfagas de metralleta.
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“Al fondo del pasillo había sangre, algunos se arrastraban y se escuchaban quejidos de dolor”, relató Magallanes.
Por Rolando Tobarez

Despierto a la fuerza, la madrugada del 22 de agosto del ´72 Agustín Magallanes vio un grupo de oficiales discutiendo a los gritos en la entrada de los calabozos de la Base Almirante Zar. Aprovechó para colarse por el pasillo angosto y quedó mudo. “Vi los cuerpos amontonados tirados en el piso de la entrada, los detenidos inmóviles uno encima del otro, acribillados, hechos un colador de tiros. Al fondo del pasillo había sangre, algunos se arrastraban y se escuchaban quejidos de dolor”. 

Antes se encontró a su jefe, el teniente Roberto Bravo, que prendía un cigarrillo sentado en un banco largo, ya fuera de la zona de los presos muertos. Habían pasado apenas minutos de los disparos. No se llevaba para nada bien con Magallanes. “Le pregunté qué había pasado y me contestó una incoherencia: Acá se termina mi carrera, me dijo. Luego me maltrató y me echó. Para mí fue una cosa impactante y traumática que me afectó”.

El testigo declaró ayer en el juicio por la Masacre de Trelew. Fueron 3 horas y media en el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson con detalles clave para la causa. En agosto del ´72 era oficial de la Infantería de Marina y uno de sus superiores era el capitán Luis Emilio Sosa. La madrugada del 22 Magallanes dormía a pocos metros del lugar. Lo despertaron las ráfagas. “Fueron muchísimos tiros de secuencias muy largas, lo cual no era habitual porque lo que se aconseja son ráfagas cortas e interrumpidas. Era como si se hubiesen prendido al disparador de la ametralladora y no que a alguien se le haya escapado un disparo”.

Corrió a la guardia apenas vestido, junto con otros compañeros. Pensó que era un ataque a la Base. En el hall del edificio principal vio mucho desorden y gritos. Todos iban y venían. El lío era tal que a nadie se le ocurrió prender las luces. Se encontró con un suboficial de guardia. “Estaba refugiado en un rincón, arrinconado y asustado. Fue el primero que me dijo que los tiros venían del calabozo”. 

No recuerda quién de los dos alertó por teléfono al jefe de la unidad, Rubén Paccagnini, quien llegó y empezó a discutir y repartir órdenes a los gritos. “Entró rápido y exaltado. Nunca lo había visto así. Pidió desalojar porque había muchos curiosos, como si fuese un accidente”. Magallanes aseguró que el único que trató de tranquilizar a la tropa fue el jefe de la Infantería de Marina, Alfredo Fernández.

En cuanto pudo llegó a los calabozos. Atravesó la discusión de los oficiales. Ya había médicos y enfermeros. Y cadáveres tirados con los pies sobre el pasillo y el tronco dentro de la celda. “El médico iba persona por persona tomando el pulso con un estetoscopio y un maletín, me pidió ayuda y tuve que correr los cuerpos de la entrada para que pudiera pasar. Los corrí, el médico pasó y se dedicó a los que estaban heridos. Ninguno había salido del pasillo”. Le dijo al tribunal que la ropa de los guerrilleros estaba rota por varios impactos de bala. Era fácil darse cuenta porque no estaban muy abrigados. Colaboró en la escena hasta que alguien lo echó.

Antes el testigo había sido contradictorio y casi no había dado estos detalles. Hasta que el fiscal federal Fernando Gélvez exigió que se lea su primera declaración, repleta de datos. “No puede ser que le falle la memoria justo ahora”, se molestó. “Si lo dije en esa ocasión lo sostengo. Sucede que no quiero resultar perjudicado por una palabra mal dicha ni confundir lo que realmente recuerdo con lo que leí luego acerca de los hechos”, se justificó Magallanes, temeroso del falso testimonio. 

Luego de esa madrugada participó de la reconstrucción en los calabozos que ordenó el juez militar, Jorge Bautista, el 23 de agosto. Un fotógrafo subido a una escalera registró el simulacro y un uniformado lo escribió a máquina, paso por paso. Sobre una mesa las armas que se usaron. Quienes se ubicaron como tiradores fueron Bravo, Emilio Del Real, Carlos Marandino y Marchant. Los dos primeros con pistola, los otros con metralleta. Ni Sosa ni el contador Raúl Herrera portaron armas.

Ese día Sosa relató la versión oficial ante Bautista, que Magallanes escuchó de primera mano: el capitán había pasado entre la fila de presos, le manotearon el arma, forcejeó y ordenó a los otros cuatro disparar. Ante el juez militar esos cuatro admitieron ser quienes abrieron fuego. Sosa se zambulló en un calabozo para no ser herido. “Sin embargo el pasillo era muy angosto y hombro contra hombro no cabían 3 personas, de eso estoy seguro”, aclaró el testigo entorpeciendo la versión. “Yo cerré los ojos porque simularon apuntarme a mí y eso me impresionó”. La distancia entre marinos y presos había sido muy poca. Otros militares presenciaron la reconstrucción de Bautista. 

El día de la Masacre, como sucedió con todas las jerarquías, Magallanes y otros oficiales fueron reunidos por Fernández en una oficina de la Base. Oyeron la versión oficial del intento de fuga. “Yo la creí pero luego de la reconstrucción esa hipótesis entró en crisis. Yo no hubiese pasado armado entre dos filas de gente peligrosa”, le dijo al tribunal. “Eso no es lógico porque la única forma de pasar era tocarse y el consejo es poner distancia siempre”. 

El testigo describió a Sosa como un militar “de esos que les gusta mortificar el cuerpo del resto de la gente para forjarse y hacerse más duro”. Magallanes era responsable de mantener el parque automotor de la Base. Pero igual el capitán lo hacía correr diez kilómetros cada mañana.

Días después de los hechos los protagonistas se esfumaron de Trelew. Sosa y Bravo ya eran fantasmas pero nadie se atrevió a preguntar por ellos. “Desaparecieron, dejaron de ejercer sus mandos y lo pude notar porque el contacto con ellos era parte de nuestra rutina y que por ejemplo, Bravo era quien recibía mi parte diario”, graficó Magallanes.

Entre ambos jefes “había una relación muy estrecha y se llevaban muy bien”. Según su recuerdo, “coincidían en la manera de conducirse y de hacer las cosas en el trabajo. Siempre estaban de acuerdo y Bravo solía apoyarse en Sosa, por lo cual no había posibilidad de modificar ni recurrir las decisiones que se tomaban”.

El testigo admitió que el personal de la Base se sorprendió al enterarse de la presencia de Herrera en los calabozos esa madrugada. “¿Qué hacía un contador en actividades así? Nos daba curiosidad porque no era lo habitual. Todo lo que pasaba era bastante anormal y yo traté de vivir en silencio todo lo que me tocó pasar”.

Magallanes confirmó lo que otros testigos contaron: Sosa fue el responsable de elegir y organizar a los hombres que serían parte de una guardia especial para los guerrilleros. Ese cuerpo sólo le respondía a él. “Separó a un grupo que se dedicaría a eso y no saldría de la Base. Él decidía quién saldría a rastrillajes y controles de tránsito y quiénes se quedaría al control de los detenidos”.#